No fue un buen lustro para América Latina. En los primeros años de la década pasada concluyó el ciclo alcista de las commodities, que había permitido una bonanza extraordinaria. La región está estancada desde 2013, con un crecimiento promedio de apenas 0,4% del PIB al año, según datos de la Cepal.
En este escenario sombrío, hay un país que sobresale. Entre 2014 y 2018, último año con cifras oficiales, República Dominicana creció a una tasa media de 6,5% anual, más que cualquier otro país latinoamericano. El que más se le acercó es Panamá, con una expansión de 5 por ciento.
Según las proyecciones del FMI, en 2019 volvió a liderar el crecimiento regional con un 5%, por encima del 4,3% panameño.
Si se tomara este dato como referencia, el promedio del último
quinquenio bajaría a 6,1%, pero seguiría siendo cómodamente el más alto.
“La economía dominicana creció casi 20 veces más que la media de la región durante el cuatrienio 2016—2019.
Esta diferencia tan abismal tiene su origen, parcialmente, en que sus
ciclos económicos, con frecuencia, no coinciden con los de importantes
países de Sudamérica. El boom de las materias primas, incluido el
petróleo, prácticamente terminó hace un lustro. Mientras que para
América del Sur esto ha tenido efectos recesivos, para República
Dominicana ha sido un factor positivo. El Caribe y Centroamérica se
benefician de los menores precios de la energía, de los alimentos y de
otros productos básicos”, explicó el economista Pedro Silverio Álvarez,
profesor de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra,
consultado por Infobae.
Este pequeño país caribeño, de 10,7 millones de habitantes, que comparte la isla La Española con Haití
—la nación más pobre del continente—, está muy lejos de ser rico. El
PIB per cápita dominicano a precios constantes es de 7.501 dólares, la
mitad del chileno, que es el más elevado de la región. De hecho, es un
país con altos índices de emigración, por la gran cantidad de personas
que durante muchos años se fueron para buscar mejores oportunidades
laborales en otras partes.
Pero lo notable es el progreso que viene experimentando en este tiempo,
que le ha permitido acercarse a naciones que antes estaban muy lejos. El PIB por habitante de República Dominicana creció 29,1% en los últimos cinco años. Nuevamente, el que más se le acercó fue Panamá, con 17,7 por ciento.
Cuando se mira el Índice de Desarrollo Humano, que elabora el Programa
de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se aprecia que está en la
media latinoamericana, con muchos países por encima. Pero en los últimos cinco años subió 4,6%, de 0,712 a 0,745. Solo por debajo de Guatemala, que avanzó 5,7% (de 0,616 a 0,651).
“Durante los últimos 25 años, la economía dominicana ha crecido a un promedio anual de 5,8 por ciento.
Solo entre 2001 y 2004 el PIB se comportó por debajo o muy cerca del
crecimiento vegetativo de la población, que es de 1,23 por ciento. Este
fenómeno se debe fundamentalmente a la dotación de recursos naturales
que se encontraban ociosos, con ventajas comparativas, como las playas
con fuerte vocación de desarrollo de polos turísticos y el oro. Además
de la mano de obra nacional y extranjera, proveniente de Haití,
relativamente barata”, dijo a Infobae Haivanjoe NG Cortiñas,
economista de larga trayectoria como funcionario público y miembro del
partido La Fuerza del Pueblo (FP), del ex presidente Leonel Fernández.
Lo más relevante del caso dominicano es que el crecimiento económico estuvo acompañado de una reducción de la pobreza y de la desigualdad.
Entre 2013 y 2018, la proporción de pobres en el país se contrajo
42,3%, de 38% a 22% de la población. Únicamente Uruguay la redujo más
(49,1 por ciento).
Al mismo tiempo, la distancia entre los ingresos del 10% más rico y del
10% más pobre se achicó 22,2 por ciento. De una relación de 21,4 a 1
pasó a una de 16,9 a 1. Solo Uruguay y El Salvador son menos desiguales entre los países con los que la Cepal cuenta con datos actualizados a 2018.
Claves del crecimiento dominicano
“Un conjunto de razones explican los resultados del desempeño
macroeconómico con estabilidad —dijo Cortiñas—. Por ejemplo, el manejo
de una política cambiaria enmarcada dentro del libre mercado, asistida
por la autoridad monetaria cuando se producen distorsiones fuera de la
dinámica de la oferta y demanda de divisas. También un manejo fiscal y
monetario que ha contribuido notablemente a registrar tasas de
inflación con tendencia hacia la baja, que se movieron de un 8,9% a un
1,2% en los últimos 15 años, reforzado con la adopción de la meta de
inflación en 2012, que ha permitido anclarla por debajo del punto medio
de 4 por ciento”.
Como muchos países latinoamericanos que gozaron de ciertos momentos de
prosperidad, el desarrollo de República Dominicana se apoya en la
articulación de dos variables: una geografía privilegiada y estabilidad —política y económica—.
La geografía le permite tener algunas de las playas más bellas del
continente, a solo mil kilómetros de Estados Unidos. Gracias a esa
combinación se convirtió en el mayor polo turístico de la región Caribe, con Punta Cana y sus resorts como mayor atracción. El turismo es la industria más próspera del país y su mayor fuente de divisas.
“Es uno de los sectores más dinámicos y genera un efecto multiplicador en la producción nacional. En 2018 generó ingresos por 7.560 millones de dólares, equivalentes al 8,8% del PIB,
con más de 80.000 habitaciones hoteleras y la llegada de 6,6 millones
de turistas, cifra que al sumar a quienes vienen en cruceros se eleva a
7,2 millones. El sector produce unos 330.000 empleos directos e
indirectos. También las zonas francas generan divisas. En 2018 fueron
6.230 millones de dólares y aportaron más de 170.000 empleos directos.
Por remesas familiares el país recibió 6.494 millones y por inversión
extranjera directa, 2.535 millones”, dijo a Infobae Reyes Andrés
Peralta, miembro del Consejo Dominicano de Economistas y gerente de
estudios financieros del Banco de Reservas de la República Dominicana.
La otra ventaja que le dio el territorio es la existencia de importantes yacimientos mineros.
Hay alrededor de 120 proyectos, distribuidos en 23 de las 32 provincias
que componen el país. En estas minas se extrae plata, cobre, níquel y,
principalmente, oro, que es uno de los principales materiales de
exportación.
La tercera gran “industria” dominicana es la de las remesas,
consecuencia de la gran cantidad de personas que viven en el exterior y
envían dinero para ayudar a sus familias. En Estados Unidos, donde está
la comunidad más grande, son más de 2 millones, que equivalen al 20% de
la población.
“Entre
2014 y 2018 los ingresos por remesas crecieron en casi 450 millones de
dólares por año. Más de tres cuartas partes provienen de dominicanos y
dominicanas residentes en Estados Unidos, por lo que la recuperación
económica y la reducción de la desocupación en ese país tiene
repercusiones positivas. El peso de las remesas en la economía
dominicana es enorme. Equivalen a más de la mitad de las exportaciones, a
casi un tercio de las importaciones, a 10% del consumo final y a más de
7% del PIB”, sostuvo el economista Pavel Isa-Contreras, profesor del
Instituto Tecnológico de Santo Domingo, en diálogo con Infobae.
En el plano político, República Dominicana logró convertirse en un país
bastante estable, con muchos menos conflictos que la mayoría de sus
vecinos. Desde 2012 gobierna Danilo Medina, un economista que impulsó algunas reformas importantes, que contribuyeron con el crecimiento de los últimos años.
Medina forma parte del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que
está en el poder desde 2004, cuando Leonel Fernández se impuso al
entonces presidente Hipólito Mejía, del Partido Revolucionario
Dominicano (PRD). Más allá de los nombres y los discursos de trinchera, ambas fuerzas políticas han coincidido en mantener un modelo de mercado, que da amplias garantías al sector privado y que tiene a la inversión externa como una de sus prioridades.
La mayor diferencia entre los gobiernos del PRD y del PLD es que algunas políticas sociales implementadas por los últimos permitieron una baja más pronunciada de la pobreza. Estas medidas fueron importantes para afianzar la legitimidad y la sustentabilidad del sistema.
“En las fortalezas del país pueden citarse la estabilidad
macroeconómica, la posición geográfica con respecto al mercado
norteamericano, un sistema financiero capitalizado y rentable, la diversificación productiva y una importante infraestructura de comunicaciones”,
enumeró Peralta. “Se ejecutó un amplio proceso de reformas para el
incentivo y promoción de la inversión extranjera directa, como la
liberalización del régimen de inversión y la concesión del trato
nacional a los inversionistas extranjeros. Además, se sancionaron la Ley
de Fomento de Zonas Francas, la Ley sobre el Mercado de Valores, la Ley
sobre Propiedad Intelectual y la Ley sobre Fomento al Desarrollo
Turístico”.
Otro punto a favor de la República Dominicana es que es uno de los países más seguros de Centroamérica y el Caribe, una de las regiones más peligrosas del planeta.
Tiene una tasa de homicidios de 10,4 cada 100.000 habitantes, que no es
baja, pero está muy lejos de las crisis que atraviesan El Salvador
(51), Honduras (40) y Guatemala (22,4). Ciertas condiciones básicas de
seguridad son indispensables para que haya un mínimo desarrollo
económico.
Un modelo con debilidades
Por más que República Dominicana está progresando desde hace algunos
años, es evidente que aún es una nación con muchos problemas. La mayor
debilidad es compartida por casi todos los países de la región, incluso
los más ricos: el crecimiento económico no se basa en la elaboración de productos o la prestación de servicios de alto valor agregado, que es la única garantía para un desarrollo sostenible en el tiempo.
El turismo es una fuente de ingresos mucho menos estable. Un desastre
natural o la aparición de otros polos de atracción pueden hacer que
disminuya el número de visitantes, afectando seriamente la economía
nacional. De hecho, entre 2018 y 2019 se desató una crisis por la sucesión de muertes de turistas estadounidenses por
extrañas complicaciones de salud. Eso llevó al gobierno a crear el
Comité Nacional de Seguridad Turística, para prevenir nuevos decesos.
Algo similar ocurre con la minería. Los precios internacionales son muy volátiles y pueden tener un impacto decisivo en los ingresos nacionales. A
esto se suman los riesgos por la contaminación ambiental asociada a un
modelo de explotación que genera mucha controversia en el país.
“Esta dinámica de crecimiento tiene una debilidad fundamental: no
ha estado acompañada ni ha sido el resultado de transformaciones
productivas y de cambios tecnológicos que hayan incrementado la
productividad y la competitividad del aparato productivo. Este no se
ha transformado y es incapaz de competir en los mercados
internacionales. Eso significa que el crecimiento no ha tenido bases
sólidas ni propias de largo plazo. Ha resultado de la conjunción de
algunos factores externos favorables, como el precio del petróleo y del
oro, del flujo de remesas y de la facilidad con la que el gobierno pudo
financiar su déficit con crédito externo a bajos tipos de interés, para
sostener el gasto público y la demanda agregada. Esos factores pueden
desaparecer en cualquier momento, y con ello terminaría la bonanza”,
dijo Isa-Contreras.
Las cuentas públicas no están del todo saneadas. El déficit fiscal está en aumento desde hace tiempo, y en gran medida se está compensando con un endeudamiento externo difícil
de mantener. Entre los economistas hay consenso en que un ajuste del
gasto será indispensable en el futuro inmediato para evitar una crisis.
“Las debilidades principales —dijo Peralta— incluyen una baja fiscalidad, un
nivel de endeudamiento que ronda el 50% del PIB, el problema eléctrico,
con pérdidas de un 28% de la energía generada por redes defectuosas y
problemas con el cobro, la necesidad de aumentar la calidad de la
educación para incrementar la productividad, lograr una forma ingeniosa
para tratar el tema de la migración haitiana y fortalecer la
institucionalidad. Para garantizar la sostenibilidad del crecimiento y
de la reducción de la pobreza, República Dominicana debe realizar una
reforma fiscal integral para aumentar los ingresos del Estado, reducir
el déficit y el nivel de endeudamiento, y aumentar la inversión pública
desde el 2% del PIB actual a 5%, con el objetivo de potenciar el
desarrollo futuro”.
Estas señales de alarma revelan un problema más profundo, de índole política. El aumento desmedido del gasto público está en línea directa con la cercanía de las próximas elecciones presidenciales,
que se realizarán el 17 de mayo. El PLD, que presenta como candidato al
empresario Gonzalo Castillo, quiere hacer lo posible por permanecer en
el poder, pero la tiene más difícil que hace cuatro años. Leonel
Fernández se peleó con Medina y fundó su propio partido tras perder las
primarias de octubre pasado, en las que denunció fraude.
El enfrentamiento entre los líderes, que estuvo acompañado de
acusaciones de corrupción cruzadas, generó una incertidumbre política
que también podría tener consecuencias económicas negativas. Muchos actores relevantes del mundo empresarial están optando por posponer inversiones,
a la espera del resultado de los comicios. Una prueba de que la
fragilidad institucional del país es más seria de lo que parece.
“República Dominicana se encuentra con retos significativos tanto a
corto como, sobre todo, a largo plazo. Estos incluyen una desaceleración
de la economía estadounidense de la que tanto depende el país y un
aumento de la inestabilidad política como resultado de la salida del ex
presidente Fernández del PLD. En el largo plazo, la economía
dominicana tiene dificultades para mejorar su capital humano, porque el
nivel educativo es bajo a pesar de un aumento significativo del gasto, y para desarrollar nuevos sectores económicos”, dijo a Infobae Diego Sanchez-Ancochea, director del Departamento de Desarrollo Internacional de la Universidad de Oxford.
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