sábado, 18 de noviembre de 2017

Ñiñín no cambia su forma humilde por la condición de diputada

Por: Benny Rodríguez

Vicente Noble.- La pobreza, ya sea material o mental, frenan a las personas, las paraliza e impiden se logren los sueños. Pero los obstáculos en una región “agreste y despoblada, colocada en el mismo trayecto del sol”, como la Enriquillo, no resultan siempre negativos. 

Las adversidades encontradas en el camino contribuyen a forjar el carácter y la disciplina, obligan a las personas fijarse proyectos de vida, no solo para beneficio individual, sino colectivo.   
   
Ñiñín, como es conocida Ruddy María González Méndez, diputada de la provincia Barahona, por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), es de las personas a quien la pobreza no fue un obstáculo ni le impidió avanzar en sus proyectos, fijados desde jovencita para trascender más allá de su comunidad.

Proveniente de una familia humilde, como humilde la región que la vio nacer hace casi 55 años, en donde es dura la vida, donde es “verano” siempre, incluso en invierno, tierra de bayahondas, cactus y abundante producción de plátanos, la hacen ser mujer una que exhala ternura, pero a quien le sobra carácter y firmeza para encarar situaciones o eventualidades.

Han sido, precisamente, los andamios que han sujetado a esta mujer luchadora de carácter afable, pero de firme convicciones, de hablar como su gente, coloquialmente y de entregarse por su comunidad, su provincia y la región, en una búsqueda permanente de conseguir solución a los diversos y variados problemas.

Nacida un 15 de febrero de 1962, la diputada González Méndez se siente satisfecha de lo que ha logrado: diputada 2006/2010, viceministra de Educación 2010/2016, presentarse de candidata para el actual período 2016/2020, permitiéndole volver a la Cámara Baja, antes ocupó la dirección del distrito escolar 18/02, del municipio de Tamayo, provincia Bahoruco.

“Qué más cosas puedo exigirle a la vida, lo he logrado todo, no para beneficiarme yo, sino mi pueblo, porque los cargos ocupados han sido para servirle a la gente, no a la de mi municipio, Vicente Noble, sino de toda la provincia Barahona”, narra la legisladora en una conversación en el director de www.lalupadelsur.com.

Un hervidero 

La casa de la diputada, ubicada en la calle Apolinar Perdomo 8, una herencia de sus padres, Simón González (fallecido) y Dominga Méndez, quien está viva y achacosa, por la edad, es un hervidero, a donde las personas no paran de ir y venir a contarle sus problemas.

Va a la casa a diligenciar un trabajo, conseguir dinero para una receta, hacer la comida del día, ponerla al tanto de problemas de salud, como un ciudadano que acudió a contarle que casi le cuesta la vida un accidente hacía dos meses cuando regresaba de ponerle losas (cerámica) a una casa e impactado por detrás el motor en el que se desplazaba hasta su vivienda luego de una jornada agotadora de trabajo.

La entrevista, interrumpida por lo menos en diez ocasiones, ya que llegaban sus seguidores a plantearles sus problemas y ella con mucha comprensión, amor y atención atendía, en busca de colaborarle en lo que estuviera a su alcance.

“Así se mantiene la casa: llena de personas a quienes atendemos y tratamos de dar alguna solución a sus problemas. No nos molesta eso porque fuimos quienes buscamos una posición electiva, lo logramos, pero resulta que es para servir a todos, incluso, a quienes no son tus seguidores”, cuenta.

Las mismas personas, quienes apreciaban las atenciones dispensadas por la legisladora y gozaban de sus ocurrencias, porque habla sin “pelos en la lengua”, corroboraran, sin pedírselas, las explicaciones ofrecidas por Ñiñín durante la conversación.

Cada semana, cuando termina el trabajo en la Cámara de Diputados, la legisladora sureña viene a su comunidad, pese a que sus hijos viven en Santo Domingo y tiene donde pernotar sin ningún problema, pero ella prefiere estar entre los suyos rodeada del amor expresado por su gente.

“El día de finao (Fieles Difuntos), estaba mezclada con mi pueblo en el cementerio como una más, sin nadie de escolta para impedir a las personas que lo deseen acercarse a plantearme sus problemas o cualquier otra inquietud en lo que puedo colaborarle. Esa soy yo”, dice con franqueza.

No escondo quien soy     

Su casa es un reflejo de lo que es Ruddy María Méndez (Ñiñín): allí se respira una vida humilde y muy austera. El portón de entrada nunca está cerrado y sin policías, guardias o seguridad privada que impida el paso como ocurre en las viviendas suntuosas de otros con su misma categoría.

En su interior tampoco hay lujos: una sala y cocina sencilla, que hacen pensar que la legisladora hace voto de pobreza, pero esa es su forma de ver y vivir la vida, muy parecido a la de casi todos sus vecinos en este municipio de Vicente Noble.

Cuenta con dos personas, a quienes no llama trabajadoras domésticas, sino colaboradoras, señalando que ella misma cuando no está en Santo Domingo para ir a la Cámara Baja, cocina, lava y hace los oficios de la casa.

Precisamente cuando acudimos a entrevistarla estaba lavando, en bata y sin mucho arreglar, así comenzó la conversación hasta que una profesora de Jaquimeyes, quien acudió a contarle una situación, le pidió ponerse un “chin” de polvo en la cara para las fotos. 
  
Educadora de toda la vida   

Ñiñín, se siente aún maestra y pese a estar jubilada, siente nostalgia porque ya no está en las aulas expresando su queja porque, a su juicio, “hoy con más recursos, tanto económicos como herramientas para la enseñanza aprendizaje”, observa poco amor por la escuela, ya que entiende, el interés es el salario.

Recuerda que sus padres eran muy humildes, pero afirma, nunca “faltó el arroz con habichuelas ni los dos pesos para la escuela y el estimulo a estudiar, pese al nivel académico de sus progenitores, "pero tenían la visión que solo la educación rompía el circulo vicioso de la pobreza en los que a ellos le tocó vivir".

De 1983 a 1985, entró el recinto Urania Montás, ubicado en San Juan, a estudiar educación, al año siguiente, el uno de enero de 1986, siendo una jovencita con apenas 19 años, comenzó a impartir el pan de la enseñanza en El Capá, una comunidad de su natal Vicente Noble, hoy Uvillita. Allí duró 4 años. Luego en la UASD Centro Barahona perfecciona sus conocimientos en educación y termina la licenciatura en Educación.

Aún recuerda el salario que ganaba: RD$350.00, sueldo que en el primer gobierno peledeísta, encabezado por el entonces presidente de la República, doctor Leonel Antonio Fernández Reyna, llevó a RD$3,500.00.

Casi una década vivió en España 

La migración dominicana a España comenzó a mediados de los 80,s, con mujeres que dejaban atrás sus sueños pueblerinos, sus hijos y maridos para irse a un país desarrollado de cultura y educación diferente a la República Dominicana.

Decenas de mujeres fueron las que primero marcharon a la Madre Patria, luego fueron los hombres, de este Suroeste de la República Dominicana, la región con los más acentuados niveles de pobreza, con la cual se ha tenido el mayor nivel de irresponsabilidad política, buscaron el sueño europeo.

Si bien la emigración de los habitantes de esta parte del país no logró la prosperidad económica de las familias que lograron pisar suelo español, no es menos cierto que significó mejorar la calidad de vida de aquellos que se fueron a la nación ibérica, pero a un precio muy alto, ya que su puso el quiebre de muchas familias, debido a las separaciones de las parejas, así como de los hijos.

La migración dominicana a España, principalmente del municipio de Vicente Noble, pagó con creces con el asesinato de Lucrecia Pérez Matos, el 13 de noviembre de 1992, hace justamente 25 años de la primera víctima de racismo y xenofobia, reconocido por el propio Estado español.

La diputada fue de esas mujeres de Vicente Noble que guiada por el sueño europeo decide irse a España, luego de jubilarse como profesora, allí dura 7 largos años, donde aún permanece su esposo Corporino Andújar Sánchez. 

Reconoce que muchas familias resultaron divididas y separadas, pero ella, una mujer curtida en las aulas educativas, no descuidó a sus vástagos a quienes daba seguimiento sistemático de su proceso de crecimiento y de cómo iban en la universidad. 

Con orgullo, cuenta que sus hijos: Lenín, Luisa y Maikel González Andújar, estudiaron medicina, derecho y uno que le siguió los pasos y se hizo profesor de educación física, en lo que trabaja actualmente. 

Está convencida que solo promoviendo la educación en el país es como puede superarse la pobreza de los dominicanos y, ella, dice, es un ejemplo de que eso es posible, así como sus otros 7 hermanos y hermanas a los que sus padres tuvieron la visión de guiarlos por el estudio.

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