Por:
Benny Rodríguez
Vicente
Noble.- La pobreza, ya sea material o
mental, frenan a las personas, las paraliza e impiden se logren los sueños.
Pero los obstáculos en una región “agreste y despoblada, colocada en el mismo
trayecto del sol”, como la Enriquillo, no resultan siempre negativos.
Las
adversidades encontradas en el camino contribuyen a forjar el carácter y la
disciplina, obligan a las personas fijarse proyectos de vida, no solo para
beneficio individual, sino colectivo.
Ñiñín,
como es conocida Ruddy María González Méndez, diputada de la provincia
Barahona, por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), es de las personas
a quien la pobreza no fue un obstáculo ni le impidió avanzar en sus proyectos,
fijados desde jovencita para trascender más allá de su comunidad.
Proveniente
de una familia humilde, como humilde la región que la vio nacer hace casi 55
años, en donde es dura la vida, donde es “verano” siempre, incluso en invierno,
tierra de bayahondas, cactus y abundante producción de plátanos, la hacen ser
mujer una que exhala ternura, pero a quien le sobra carácter y firmeza para
encarar situaciones o eventualidades.
Han
sido, precisamente, los andamios que han sujetado a esta mujer luchadora de
carácter afable, pero de firme convicciones, de hablar como su gente, coloquialmente
y de entregarse por su comunidad, su provincia y la región, en una búsqueda
permanente de conseguir solución a los diversos y variados problemas.
Nacida
un 15 de febrero de 1962, la diputada González Méndez se siente satisfecha de
lo que ha logrado: diputada 2006/2010, viceministra de Educación 2010/2016,
presentarse de candidata para el actual período 2016/2020, permitiéndole volver
a la Cámara Baja, antes ocupó la dirección del distrito escolar 18/02, del
municipio de Tamayo, provincia Bahoruco.
“Qué
más cosas puedo exigirle a la vida, lo he logrado todo, no para beneficiarme
yo, sino mi pueblo, porque los cargos ocupados han sido para servirle a la
gente, no a la de mi municipio, Vicente Noble, sino de toda la provincia
Barahona”, narra la legisladora en una conversación en el director de www.lalupadelsur.com.
Un
hervidero
La
casa de la diputada, ubicada en la calle Apolinar Perdomo 8, una herencia de
sus padres, Simón González (fallecido) y Dominga Méndez, quien está viva y
achacosa, por la edad, es un hervidero, a donde las personas no paran de ir y
venir a contarle sus problemas.
Va
a la casa a diligenciar un trabajo, conseguir dinero para una receta, hacer la
comida del día, ponerla al tanto de problemas de salud, como un ciudadano que
acudió a contarle que casi le cuesta la vida un accidente hacía dos meses
cuando regresaba de ponerle losas (cerámica) a una casa e impactado por detrás
el motor en el que se desplazaba hasta su vivienda luego de una jornada
agotadora de trabajo.
La
entrevista, interrumpida por lo menos en diez ocasiones, ya que llegaban sus
seguidores a plantearles sus problemas y ella con mucha comprensión, amor y
atención atendía, en busca de colaborarle en lo que estuviera a su alcance.
“Así
se mantiene la casa: llena de personas a quienes atendemos y tratamos de dar
alguna solución a sus problemas. No nos molesta eso porque fuimos quienes
buscamos una posición electiva, lo logramos, pero resulta que es para servir a
todos, incluso, a quienes no son tus seguidores”, cuenta.
Las
mismas personas, quienes apreciaban las atenciones dispensadas por la
legisladora y gozaban de sus ocurrencias, porque habla sin “pelos en la
lengua”, corroboraran, sin pedírselas, las explicaciones ofrecidas por Ñiñín
durante la conversación.
Cada
semana, cuando termina el trabajo en la Cámara de Diputados, la legisladora
sureña viene a su comunidad, pese a que sus hijos viven en Santo Domingo y
tiene donde pernotar sin ningún problema, pero ella prefiere estar entre los
suyos rodeada del amor expresado por su gente.
“El
día de finao (Fieles Difuntos), estaba mezclada con mi pueblo en el cementerio
como una más, sin nadie de escolta para impedir a las personas que lo deseen
acercarse a plantearme sus problemas o cualquier otra inquietud en lo que puedo
colaborarle. Esa soy yo”, dice con franqueza.
No
escondo quien soy
Su
casa es un reflejo de lo que es Ruddy María Méndez (Ñiñín): allí se respira una
vida humilde y muy austera. El portón de entrada nunca está cerrado y sin
policías, guardias o seguridad privada que impida el paso como ocurre en las
viviendas suntuosas de otros con su misma categoría.
En
su interior tampoco hay lujos: una sala y cocina sencilla, que hacen pensar que
la legisladora hace voto de pobreza, pero esa es su forma de ver y vivir la
vida, muy parecido a la de casi todos sus vecinos en este municipio de Vicente
Noble.
Cuenta
con dos personas, a quienes no llama trabajadoras domésticas, sino
colaboradoras, señalando que ella misma cuando no está en Santo Domingo para ir
a la Cámara Baja, cocina, lava y hace los oficios de la casa.
Precisamente
cuando acudimos a entrevistarla estaba lavando, en bata y sin mucho arreglar,
así comenzó la conversación hasta que una profesora de Jaquimeyes, quien acudió
a contarle una situación, le pidió ponerse un “chin” de polvo en la cara para
las fotos.
Educadora
de toda la vida
Ñiñín,
se siente aún maestra y pese a estar jubilada, siente nostalgia porque ya no
está en las aulas expresando su queja porque, a su juicio, “hoy con más
recursos, tanto económicos como herramientas para la enseñanza aprendizaje”,
observa poco amor por la escuela, ya que entiende, el interés es el salario.
Recuerda
que sus padres eran muy humildes, pero afirma, nunca “faltó el arroz con
habichuelas ni los dos pesos para la escuela y el estimulo a estudiar, pese al
nivel académico de sus progenitores, "pero tenían la visión que solo la
educación rompía el circulo vicioso de la pobreza en los que a ellos le tocó
vivir".
De
1983 a 1985, entró el recinto Urania Montás, ubicado en San Juan, a estudiar
educación, al año siguiente, el uno de enero de 1986, siendo una jovencita con
apenas 19 años, comenzó a impartir el pan de la enseñanza en El Capá, una
comunidad de su natal Vicente Noble, hoy Uvillita. Allí duró 4 años. Luego en
la UASD Centro Barahona perfecciona sus conocimientos en educación y termina la
licenciatura en Educación.
Aún
recuerda el salario que ganaba: RD$350.00, sueldo que en el primer gobierno
peledeísta, encabezado por el entonces presidente de la República, doctor
Leonel Antonio Fernández Reyna, llevó a RD$3,500.00.
Casi
una década vivió en España
La
migración dominicana a España comenzó a mediados de los 80,s, con mujeres que
dejaban atrás sus sueños pueblerinos, sus hijos y maridos para irse a un país
desarrollado de cultura y educación diferente a la República Dominicana.
Decenas
de mujeres fueron las que primero marcharon a la Madre Patria, luego fueron los
hombres, de este Suroeste de la República Dominicana, la región con los más
acentuados niveles de pobreza, con la cual se ha tenido el mayor nivel de
irresponsabilidad política, buscaron el sueño europeo.
Si
bien la emigración de los habitantes de esta parte del país no logró la
prosperidad económica de las familias que lograron pisar suelo español, no es
menos cierto que significó mejorar la calidad de vida de aquellos que se fueron
a la nación ibérica, pero a un precio muy alto, ya que su puso el quiebre de
muchas familias, debido a las separaciones de las parejas, así como de los
hijos.
La
migración dominicana a España, principalmente del municipio de Vicente Noble,
pagó con creces con el asesinato de Lucrecia Pérez Matos, el 13 de noviembre de
1992, hace justamente 25 años de la primera víctima de racismo y xenofobia,
reconocido por el propio Estado español.
La
diputada fue de esas mujeres de Vicente Noble que guiada por el sueño europeo
decide irse a España, luego de jubilarse como profesora, allí dura 7 largos
años, donde aún permanece su esposo Corporino Andújar Sánchez.
Reconoce
que muchas familias resultaron divididas y separadas, pero ella, una mujer
curtida en las aulas educativas, no descuidó a sus vástagos a quienes daba
seguimiento sistemático de su proceso de crecimiento y de cómo iban en la
universidad.
Con
orgullo, cuenta que sus hijos: Lenín, Luisa y Maikel González Andújar,
estudiaron medicina, derecho y uno que le siguió los pasos y se hizo profesor
de educación física, en lo que trabaja actualmente.
Está
convencida que solo promoviendo la educación en el país es como puede superarse
la pobreza de los dominicanos y, ella, dice, es un ejemplo de que eso es
posible, así como sus otros 7 hermanos y hermanas a los que sus padres tuvieron
la visión de guiarlos por el estudio.
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