Washington, 7 nov (EFE).- Los estadounidenses eligen este martes a
los 538 compromisarios del Colegio Electoral, órgano encargado de votar
al presidente, y dado lo reñido de la campaña entre la demócrata Hillary
Clinton y el republicano Donald Trump, surge la duda de qué pasaría si
ambos empataran a 269 compromisarios.
Aunque un escenario así no ha sucedido nunca, no es para nada
improbable. Dejando a un lado los estados teóricamente afianzados por
los dos candidatos, si Clinton ganara en Pensilvania y Colorado y Trump
lo hiciera en el resto de los decisivos (Florida, Ohio, Nuevo Hampshire,
Nevada, Carolina del Norte y Iowa), el resultado sería de empate a 269.
En el caso de que Pensilvania y Colorado pasaran al controvertido
empresario y la ex primera dama se alzara con Florida, el desenlace
sería el mismo, 269, por lo que ninguno alcanzaría la mágica cifra de
270 que marca la mayoría.
La Duodécima Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, aprobada
en 1804, establece que, de no alcanzar una mayoría absoluta de
compromisarios ninguno de los candidatos, la elección del presidente
quedaría en manos de la Cámara de Representantes, y la del
vicepresidente en la del Senado.
Los republicanos gozan actualmente de una holgada mayoría en la
Cámara de Representantes (247 a 188), por lo que la elección de Trump,
incluso con alguna disidencia interna, parece un hecho.
En el Senado, el partido de Abraham Lincoln también disfruta de una
mayoría sobre los demócratas, de 54 a 46 en este caso, un margen
suficiente para asegurar la Vicepresidencia al gobernador de Indiana y
compañero de fórmula de Trump, Mike Pence.
¿Y si irrumpe un tercer candidato y ninguno alcanza la mayoría de
compromisarios? La respuesta vuelve a ser la Duodécima Enmienda.
Los 538 compromisarios del Colegio Electoral se reparten por estados
conforme a su población y el candidato más votado en cada uno de los
estados logra todos sus compromisarios con la excepción de Maine y
Nebraska, que tienen distritos, por lo que la irrupción de otros
candidatos no es habitual.
Pese a eso, si un tercero en discordia impidiera que Clinton y Trump
llegaran a la mayoría absoluta, el mecanismo que se activaría sería el
mismo que en caso de empate: la Cámara de Representantes y el Senado
tendrían el poder, y no tendrían porqué elegir al más votado de los
tres.
Aunque el libertario Gary Johnson es el tercero en las encuestas (sin
posibilidades aparentes en ningún estado), es el exagente de la CIA
Evan McMullin quien despunta en la mormona Utah como alternativa
conservadora a Trump. McMullin goza de un 25 % de intención de voto
según la media de sondeos de RealClearPolitics, aún lejos de Trump.
.
La única vez en la que el Congreso eligió presidente en virtud de la
Duodécima Enmienda fue en 1824, después de que una pugna entre cuatro
dejó al más votado, Andrew Jackson, lejos de la mayoría absoluta.
La Cámara de Representantes optó en esa ocasión por entregar la Casa
Blanca a John Quincy Adams, quien había quedado segundo y en 1828 perdió
la reelección precisamente contra Jackson.
Pero 1824 queda muy lejos y a lo largo de su historia Estados Unidos
ha consolidado un sistema bipartidista. El último candidato ajeno a los
dos partidos hegemónicos que logró compromisarios fue George Wallace en
1968 al ganar en las sureñas Georgia, Arkansas, Luisiana, Misisipi y su
Alabama natal.
Pese a la irrupción de Wallace, con 46 compromisarios, el republicano
Richard Nixon se alzó con 301 y la mayoría absoluta, por lo que no hizo
falta que el Congreso interviniera como en 1824.
¿Y los tránsfugas? Estados Unidos tiene una extensa lista de
compromisarios tránsfugas a lo largo de su historia, pero ninguno de
ellos costó la Casa Blanca al ganador de las elecciones.
Sin embargo, en un escenario de igualdad como el que predicen las
encuestas para las elecciones del martes, el surgimiento de tránsfugas
sí podría ser decisivo.
En una hipotética y posible victoria de Clinton por 270 -la cifra que
marca la mayoría, a 268 Trump- un tránsfuga demócrata forzaría la
activación de la Duodécima Enmienda, lo que dejaría la elección del
presidente en manos del Congreso de mayoría republicana.
Quedarse en 270 sería algo peligroso para Clinton, ya que un
compromisario demócrata del estado de Washington -que con toda seguridad
caerá del lado de la ex primera dama- ya ha advertido que no tienen
ninguna intención de votarla en el Colegio Electoral aunque de él
dependa la Casa Blanca.
Se trata de Robert Satiacum, un indígena de la tribu Puyallup que
durante las primarias demócratas apoyó al senador Bernie Sanders. EFE
lunes, 7 de noviembre de 2016
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